sábado, 12 de julio de 2008

Paro y reparos

Foto: www.peru.com


El tañido de las cacerolas vacías debe recordarle al gobierno que, a pesar del crecimiento sostenido del Perú desde el año 2002, la participación de los salarios en el Producto Bruto Interno se redujo de 30.1% en el año 1991 al 21% en el 2006 y desde allí no ha habido mejoras durante todo este tiempo del segundo mandato de García Pérez.



Después del 9 de julio no viene el 10 como socarronamente dijo el presidente Alan García, sino que continúa el 9 de noviembre, fecha anunciada para la convocatoria de un frente político y un nuevo paro, según confesó el secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú, Mario Huamán.

El juego de palabras del Jefe de Estado, cinco días antes del paro de la CGTP, trasuntaba no sólo malestar evidente en el gobierno sino una especie de esquizofrenia política por frenar en seco la paralización convocada por la mayor central sindical del Perú.

Lo que si parece evidente de todo esto es que de aquí hasta noviembre el ambiente es de incertidumbre, a tenor del malestar social incubado durante todo este tiempo, sin que el gobierno aprista atine a reencaminar su prédica filosofal de justicia y de pan con libertad.

Fermento social

Con anticipación la paralización fue fermentando en la amazonía, en el sector agrario y en ocho regiones, especialmente en el sur y oriente peruano.

El malestar no ha sido otro que por un cambio del modelo económico que ha continuado sin miramientos el gobierno aprista, envalentonado por los evidentes logros en su política macroeconómica, en desmedro de la microeconomía, es decir de la atención a los bolsillos del común de la gente.

Las encuestas últimas reflejan ese estado de ánimo de la población, pero, ahora, se ha manifestado con ferocidad ante un Estado indolente y ciego que no quiere ver la brecha de inequidad, y que hasta los propios empresarios lo abordaron en la última CADE y en cuanto forum organizaron, con la presencia del Jefe de Estado.

Desde la accidentada geografía, Ancash, Ayacucho y Puno son las regiones que más preocupación vienen dándole al gobierno. El descontento manifestado en esas paupérrimas zonas del país, debería servirle al régimen como una alerta para que en los próximos meses la situación no se escape de las manos.

De modo que, después del 10 de julio, el horizonte del malestar es de zozobra. Sin embargo, el gobierno solo atinó a ejercer la diatriba para desacreditar las protestas, como el uso del famoso “vladispots”, y utilizando al vocero más desacreditado- Vladimiro Montesinos- para provocar pánico y desbande en la población.

Soldados a la calle

Por eso, después de las declaraciones del presidente García y hasta las postrimerías del miércoles 9, los principales gonfaloneros del régimen, antes que hacerle un bien al gobierno, terminaron favoreciendo a los organizadores del paro nacional.

A instancias de Palacio de Gobierno, el ministro de Defensa, Antero Flores, anunciaría a fines de la semana última, que las Fuerzas Armadas saldrían a las calles para resguardar los puntos estratégicos en las principales regiones. Se dijo que los soldados iban a complementar la labor de los policías. Los opositores al régimen tildaron al gobierno de fascista y de pretender criminalizar las protestas populares. Tuvieron razón.

El día del paro no se observó a ningún miembro de las Fuerzas Armadas. El gobierno pulseó el ambiente y se percató que iba a convalidar un papelón con repercusiones internacionales.

Ya calmo, el propio presidente García reconocería el miércoles al término de una maratónica sesión de Consejo de Ministros que efectivamente el paro reflejaba un descontento que hay que atender y que la protesta nacional tiene un reclamo fundamentado por el alza del precio de los alimentos.

Pero, a continuación, fiel al estilo, García espetó: “Si el 9 no pudo parar ni el 5% del país, en noviembre no parará ni al 1% porque nadie se suma a los perdedores", dijo y denunció una especie de “conspiración contra la democracia”.


Metidas de pata


Los juicios y argumentos presidenciales post paro siguen la misma línea de las “metidas de pata” de su entorno más íntimo en el gobierno y en el Partido Aprista. El “vladispots” que el domingo último canalizara a través de una empresa publicitaria limeña, prácticamente dejó mal parado al presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, pues la factura salió a nombre del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que no tiene nada que hacer en este lío interno.

Solícito, el secretario general del APRA, Mauricio Mulder, se autoinculpó y dijo que se había cometido un error en la facturación, pues el documento debió cancelarlo el APRA y no el PNUD.

Todo esto sucedió en las postrimerías del paro del 9 y los resultados todos los conocemos: el gobierno le había hecho una campaña publicitaria gratuita al paro de la CGTP y a Mario Huamán y compañía.

El tañido de las cacerolas vacías le debe recordar al gobierno que, tal como apuntara el economista Julio Gomero, que a pesar del crecimiento sostenido del Perú desde el año 2002, la participación de los salarios en el Producto Bruto Interno se redujo de 30.1% en el año 1991 al 21% en el 2006 y desde allí no ha habido mejoras durante todo este tiempo del segundo mandato de García Pérez.

Si a esto se suma el alza del costo de vida que paulatinamente se ha venido produciendo prácticamente desde que ingresara a gobernar el APRA y, en el escenario los aumentos internacionales del precio de alimentos y combustibles no cesan sino que se acentúan, entonces lo que tenemos en el mediano plazo es una bomba molotov que el régimen debe intentar desactivar si se quiere alcanzar el desarrollo sostenido.

Si de verdad el APRA quisiera ser consecuente con sus postulados doctrinarios, lo primero que tendría que pensar es no ser macartista, endilgando las protestas populares a “la izquierda roja”, como se le ha escuchado decir a Mauricio Mulder ni menos criminalizar los reclamos de la ciudadanía.

Es decir, de lo que se trata es de no dejar el camino libre a sus opositores que quisieran sacar el máximo provecho de los errores del gobierno, para auparse a una protesta petardista que en nada beneficiaría a la democracia.

Sintonizar con el pueblo y atender sus necesidades y reclamos no significará para el APRA, ser inconsecuente. Sino todo lo contrario.